La mucosa

Hay mujeres jóvenes a las que les gustan los hombres viejos, yo no lo entiendo, pero es bueno que eso suceda, porque algún día yo también seré viejo. Es el caso de Mirna, que tiene 21 años y está con Tamayo que tiene más de cincuenta. El capitán Tamayo. Y no es por el grado, porque aquí en las milicias eso es trivial.

Sin embargo, la pasión por lo viejo no es absoluta en Mirna, también tiene chistes, risas y miraditas conmigo, y cuando Tamayo no está, besuqueos, sobaduras y mamasones. Pero no penetraciones, eso lo hemos planeado para su día franco, que es hoy. Sólo deberé apostarme en la esquina de su casa y esperar a que Tamayo salga en su bicicleta, y vigilar que se aleje bien, loma abajo, hacia el frente de combate.

Mirna me abre con olor a café y keroseno. Su casa es un recinto que, sumando la salacomedorcocina y el dormitorio, no abarca más de seis metros cuadrados. Cierra la puerta y se dispone a servir el café
– Siéntate ¿Quieres café?
Acompaña la pregunta vertiendo la infusión en una tacita, sin esperar respuesta. Lleva una bata de casa raída, y el pelo limpio y primorosamente peinado sobre su rostro aborigen. Pone el "servicio" en la mesa, se ahorcaja en mis muslos y nos besamos. A través de la tela me llega el calor de su cuerpo duro –además del olor a keroseno que todo lo invade–. Deslizo los dedos a sus glúteos y los encajo en la raja, me mordisquea el cuello, recoge la bata hasta la cintura y veo el blúmer también raído, casi transparente en la zona labial. Me levanto con ella encima y nos vamos a una cama estrecha y desfondada.

El hedor a keroseno me aprieta los bronquios, me cosquillea la nariz. Mirna ostenta una brillante pelambre púbica, como lavada con champú, jugamos a pasear el pene sobre la vulva sin atravezarla
– ¡Vamos entra ya!– me incita
– Apártate los pelos
Estoy sobre ella, con los brazos apoyados a ambos lados de sus hombros, Mirna distiende los muslos y se abre. La penetro suave... De pronto, sin que tenga el mínimo chance de apartarme ¡Aaj... tcháa!! le estornudo una lluvia de saliva en plena cara. El pene salta como el corcho de una botella
– ¡Ay, Alejandro, me has bañado!
– Disculpa, es el olor a... ¡Aj... tchíia!!
– ¡¡Coño, me estás escupiendo!! – me aparta de un empujón. El olor a saliva ondea sobre el keroseno
– Disculpa, es que yo soy alérgico al luzbrillante… ¡papel sanitario, dame papel sani... ¡¡Tcháa!!
– Coge, no hay papel
– ¿Y esto?
– Un pañuelo, de Tamayo
Me soplo la nariz y ella se limpia la cara con la mano. Tengo los bronquios cerrados, sería el colmo un ataque de asma ahora. Mirna suelta una carcajada, y sigue riendo hasta las lágrimas.
– ¡Cabrona, te estás riendo de mí!
– Ay, es que...¡ ja ja ja ja!
Estoy en pleno ridículo, pero su risa me exita y la penetro de nuevo, la jococidad se va erotizando y a los pocos minutos ya serpenteamos vehementes. Me alzo sobre su cara, tiene los ojos cerrados. Me soplé la nariz con fuerza suficiente para no estornudar por un buen rato, pero la mucosa está irritada. Una gota se desprende de mi nariz y pasa como un puñal junto a su mejilla y se expande en la almohada, ella no la ha visto porque sigue con los ojos cerrados. Me dejo caer sobre su pecho y sin dejar de moverme me seco la nariz con la sábana –hay que venirse urgente, esto se va a poner peor–. Sorbo constantemente como un chivo, se me escapa otra gota, estoy haciendo todo lo posible pero no está a mi alcance, todo está en que no abra los ojos… otra gota en el pelo
– Espérate un momentico – le digo resuelto a poner fin al salidero
– ¿Mm? – abre los ojos extrañada
– Espérate
Me voy al baño. Si me soplo otra vez y después me mojo la cara, aplaco la mucosa
– ¿Qué estás haciendo? – me pregunta desde la cama
– Abriendo la pila
– A esta hora no hay agua, ¿qué quieres?
– Mojarme la cara
– Espérate – viene a donde estoy, retira la tapa de un tanque de cincuenta y cinco galones y se inclina dentro para recoger agua con un jarrito, alzándose en puntas de pie – A ver, pon las manos… ¿más?
Se inclina de nuevo sobre el tanque y deja al aire sus glúteos malteados. Me agacho frente a ellos y se los lamo, meto la lengua en el ano y paladeo el bouquet a sudor y vagina, se queda con la cabeza dentro del tanque, le abro firmemente las nalgas, sus muslos se tensan, se agarra al toallero, y la penetro. Y de tal suerte, entre gemidos de complacencia, nos venimos.








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