Los pasadizos. Segunda parte

Espero a que saque el arsenal: el portamina, la reglita, la gomita, el sacapunta, el lápiz bicolor… uno por uno colocados en la endidura de la paleta… aún un caramelo de menta que se lleva discretamente a la boca. Y entonces, al séptimo acto, como Dios, descansa.
– Iliana
– ¿Mm?
– Estoy metido en tremendo lío con María Rosa
– ¿Por qué?
– No me lo vas a creer... La violé
– Qué mentiroso eres
– En serio, y ahora no sé que va a pasar con mi tesis
– ¿Violaste a María Rosa?
– Sí
– ¡¿A la profesora?!
– ¡¡Síiii, coño, a la profesora!!
– ¿Cómo que la violaste, Alejandro?
Cuando a Iliana se le hace una revelación de tal grado, no se la puede dejar en enunciados
– ... y fui con ella hasta la parada. Cuando se acercaba la guagua se viró y me dijo que por favor, me mantuviera alejado de ella, y que si podía cogiera otra guagua. Se montó y no la vi más
Durante todo el tiempo de mi relato Iliana no ha chupado una sola vez el caramelo, quizá se lo tragó entero. Pero no es para menos, con lo que he hecho yo mismo podría tragarme una chambelona completa
– Alejandro… ¿todo eso es verdad?
– ¡Sí Iliana, cojone! ¡No me preguntes más y dame una solución!
– ¡¿Pero qué solución?!
– Ella está sola en la cátedra, cuando suene el timbre aprovecho y hablo con ella… ¿Qué crees?
– ¿Y el marido?
– Qué con el marido, está en Santiago. Dime qué te parece ¿voy a la cátedra?
– Pero te vas a perder la próxima clase
– ¡Ay, repinga! ¡Qué me importa eso ahora!... Me voy a la cátedra
– ¡Oye!
– Qué
– ¿Y le echaste la leche dentro?
– Sí
– ¿Y ella no hizo nada?
– Me clavó las uñas en el muslo
– ¿Nada más?
– Cómo nada más ¡Me clavó las uñas!
– …
– Qué estás pensando ¡Dime!
– Shhhh, va a empezar la clase

– María Rosa ¿puedo?
– Estoy bastante ocupada ahora
– Pero yo necesito hablar contigo, si no, no vengo más a la universidad
Cierro la puerta y coloco una silla frente a ella. No levanta los ojos de lo que escribe, pero sus mejillas están encendidas. Ojalá no explote antes de que me pueda disculpar
– Rosa, es necesario que hablemos esto, yo te tengo tremendo cariño, no me atrevo a decir que te quiero porque creo que ya perdí ese derecho, pero me duele lo que te hice, tú y yo habíamos hecho una relación tan...
Entonces noto que está llorando, me agacho a su lado
– Rosi, perdóname, por favor
Llora sin ruido, sin mohín. Se ha llevado la mano trémula a la frente y gotea los papeles sin cuidarse de apartarlos. Siento un profundo arrepentimiento, tengo ganas de llorar junto a ella
– Rosi…
Con la mano libre se enjuga la nariz. Tomo delicadamente sus dedos entre los míos, le hago sentir que no me importa acariciarlos mojados
– Déjame, Alejandro
Los deslizo en mi mejilla, los beso. Es la segunda vez que veo llorar a mi profesora, pero ahora me duele. Le aparto los cabellos que se le pegan al rostro, paseo los labios sobre los vellitos transparentes de su brazo. No me mira. Me incorporo, le beso la cabeza, las cejas, recojo con la lengua la humedad salada de su boca, me meto bajo el buró, entre sus piernas, abro el zipper, pego la cara al blúmer mientras intento bajarle el pantalón… ¡Entonces da un brinco súbito y me expele el cráneo contra el filo de la mesa! ¡En la habitación ha entrado alguien!
– ¿Y esto?… ¡¡¿Pero qué es esto, María Rosa?!!
– ¡Paula! ¡Ay, dios mío!
Yo salgo de debajo de la mesa sacudiéndome ridículamente las rodillas. Rosa trata de cerrarse la cremallera sin levantarse del asiento, pero se le ha trabado. En un grotesco suspenso, Paula y yo observamos cómo María Rosa pelea con el cierre. Me quema el golpe en el cráneo, pero no me atrevo a levantar la mano para sobarme
– ¡Esto es increíble María Rosa, no lo puedo creer! ¡Cómo has podido hacer esto!... Alejandro, hazme el favor, regresa al aula
No me gusta el tono de Paula y me quedo en el lugar, mirando a María Rosa
– Ve para el aula, Alejandro – me dice entonces Rosa
Salgo y cierro la puerta. Me ha crecido un chichón, pero no hay sangre. Dentro comienza un nuevo barullo
– ¡Cómo coño has hecho esto! ¡Dime!
– Paula, por favor, baja la voz, no pongas la cosa peor
– ¡No bajo ninguna voz! ¡¿Qué me decías tú cuando yo te hablaba de tu revoloteo con él, eh?!
– No me empujes, Paula
– Acábate de cerrar el pantalón ¡puta!
Paula abre la puerta como un tornado sin darme tiempo a esconderme, pero antes de que me vea regresa a donde María Rosa
– ¡Y vamos a ver qué carajo le vas a decir a tu marido!
Cruza el Fidias tras el que me he escondido y desaparece resoplando.
Rosa no tiene un poro de la cara que no esté rojo, aún batalla tozudamente con el zipper
– Alejandro, por favor, vete para el aula. Vete
– Rosi, quiero ayudarte, todo esto lo he formado yo y quie...
– Por-fa-vor – afinca las palabras dando tirones a la cremallera – Después hablamos, ahora vete

– Estoy metido en tremendo lío, Iliana, en tremendo lío... ¿Quién clase viene ahora?
– Paula
– ¡¡Cojone!!









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