Lucas. El escabel

– Ale ¿Tú conoces a la gente que vive en setenta y B?
– Lucas, yo no conozco a casi nadie en mi barrio
– Es un matrimonio amigo mío, así como nosotros, de mente muy abierta
– No, no sé
– Me invitaron el sábado que viene a una fiesta que hacen a cada rato
– ¿Sí?
– Me pidieron que fuera con un amigo de confianza, y pensé en ti
– ¿Una fiesta?
– Y tú sabes cómo son los muchachos aquí, Ale, nosotros somos como hermanos, pero si llevo a uno de estos cerrados se escandalizan
– ¿Pero qué cosa es, Luki?
– Este matrimonio invita siempre a gente de confianza, o sea, una muchacha más, y en este caso a mí... y a ti, si quieres ir
– ¡Pero qué cosa es!
– Cada cual se tiempla al que quiere Ale. Si tú quieres templarte a la esposa o a la amiga, el tipo mira. Claro, al principio conversamos, nos tomamos unos traguitos, es una reunión de gente sin prejuicios. Si tú no quieres, puedes mirar. Yo pensé en ti porque tú eres mi hermano, y el único en quien confío
– Luki, el sábado viene gente de la universidad a mi casa, tenemos que preparar una ponencia
– Pero ¿Por la noche?
– No sé, no sé hasta cuándo se quedarán
– Bueno, vamos a hacer una cosa, yo te llamo antes de salir de mi casa, si puedes ir me lo dices y ya
– Okey

...

– ¡Ale!
– ¡Ah, coño, al fin! ¿Qué te pasó?
– Mira qué me pasó
– ¿¡Otra vez ponchao!?
– Otra vez, y hoy es la segunda vez. Ven vamos
– Espérate, Luki... ¿Cómo es la cosa?
– Normal Ale, vamos, tú verás

Nos aproximamos a una casita racionalista, Miramar años cincuenta, con cerca Peerless, dos peldaños largos, arbusticos, puerta de hierro y cristal a través del que se nota la luz azulosa de la televisión. Lucas toca el timbre y casi inmediatamente nos abren
– ¡El Lukii!
– ¿Y qué, Robe? Mira un amigo mío
– Mucho gusto, Roberto
– Alejandro
– ¡Ven, pasen!

Los muebles, como en casi todas las salas de este país, están orientados hacia el televisor. Hay un sofá justo enfrente, donde están sentadas dos mujeres
– Ella es Elena – me dice Roberto
– Alejandro – me presento yo
– Encantada… ¿y qué, Luki?
– Y una amiga – vuelve a decirme Roberto
– Danae
– Alejandro
– Lucas – se presenta también mi amigo
– Siéntense... – nos convida Roberto – ¿Un traguito?
– ¿Qué tienes? – pregunta Lucas frotándose las manos
– Josécuervo y Havanaclub
– Tráeme un cubalibre
– ¿Alejandro?
– Yo no tomo, gracias
– Pero... ¡¡¿Nada?!!
– No, de verdad
– Bueeno
Lucas se acerca a mi oreja – Ale tómate un traguito, mi hermano
– Luki, tú sabes que yo no tomo

Tras unos minutos regresa el anfitrión con una pequeña bandeja
– Mira Luki, échale tú mismo el refresco. Alejandro, a ti te hice un cubanito suave, si no te gusta déjalo ahí sin problema
– Okey, gracias
– Y ahí tienen mariquitas y frituritas – repone Roberto, señalando una mesa baja cerca de la pared.
La dama estará cerca de los cuarenta y joggings diarios, tiene cara de exmodelo y no usa maquillaje, o por lo menos no se lo noto, eso me cae bien. La Danae es casi una niña, flaca y poco apetitosa ¡Y a estas cosas me invita Lucas! Un pastel con este elemento es mierda. El tipo fue hermoso antes de quedarse calvo, no debe pasar de los treinta y cinco... pero la Danae... ahora mira hacia acá, se acabó la novela y le toca a ella analizarnos a nosotros. Tiene ojos verdes y cara de rockera. Roberto anda revoloteando a mis espaldas entre alguna habitación y la sala
– Danae, hazme el favorcito, apaga la televisión
Y pone un CD de Los Zafiros, con sus baladas melosas y subliminares. Danae es seca, es de las que les cuesta trabajo abrirse, no saben socializar, por eso van a los conciertos y se pegan a los bafles y tratan de alucinar moviendo la cabeza como un ventilador. Elena se vira hacia mí
– Y tú, Alejandro ¿trabajas con Luki?
– Sí, hemos hecho algunos vídeos juntos
– Él fue el director de El Vuelo, Elena, – explica Lucas – el que yo les traje
– ¡Ah! verdad... ¿Y esas muchachas se desnudaron delante de la cámara así de gratis, Alejandro?
Danae me mira
– Sí, para ellas eso no es nada, es una aventura
– ¿Y los muchachos estaban exitados de verdad?
Roberto reaparece
– Ay, Elena ¿Tú no viste el tipo ahí con el pene duro?
– Robe, pero puede ser un truco
– ¿Qué truco, Elena?
Lucas trastea en un paquetico que trajo y le da un videocasete a Roberto
– ¡Bárbaro Luki! ¿El del sanatorio?
– No, ya verás
– Bueno, siéntense todos – invita Elena. Pone una mano entre Danae y ella – ¡ven, Ale!
Todos nos acomodamos frente al televisor, Roberto apaga el estéreo y la última luz.

…el polizonte soborna a la tripulación, toda femenina, templándosela. La capitana no come hombres y reprime a sus subordinadas metiéndoles cuanto encuentra en la vagina y el culo, entretanto el Havanaclub se evapora. Roberto se levanta del extremo del sofá, toma a Elena de la mano y se la lleva a algún lugar allá en la oscuridad. Danae echa un vistazo a la pareja y sigue mirando el porno. Lucas se levanta apoyándose en mi hombro y desaparece en la misma dirección oscura, esta vez Danae no mira. Me recuerdo con quince años en casa de Karina la mejicana, habíamos ido varios amigos, y también en aquella ocasión nos dejaron solos, pero no me atreví a besarla. Karina salió de la habitación frustradoenfurecida y se fue a la cocina donde estaban los otros robando mantequilla de chocolate, que en aquella época no se conocía, y por culpa mía los descubrió y les echó tremenda descarga, y al final pasaron más vergüenza que yo que era el único que no estaba robando... se posa una mano en mi hombro
– Ven, Ale
Lucas me guía hasta el dintel de un teatro púrpura en miniatura. Elena está sobre un escabel y Roberto la está penetrando lentamente, parece que por el culo. Elena suspira. Llega Danae y también mira. Lucas toma de la mano a la flaca, entran a escena y se desnudan. A mi lado hay una sillita de hierro que parece ser para el mirón, o sea, para mí. Lucas le lame las teticas. No hay diferencia de tonos entre el torso y las nalgas de la muchacha, como sí la hay hasta la risa en Roberto, empedernido nadador, parece. Estoy protegido en mi oscuridad. Danae se agacha despacio y chupa el pene semierecto de Lucas. Roberto desenchufa delicadamente a su esposa y mete también el suyo babeante y mucho más crecido en la boca de Danae que tiene que arrodillarse para no caer hacia atrás. Con las dos manos los sostiene y los sorbe. Elena se incorpora y busca a un quinto con la vista, entonces noto que estoy excitado, pero la idea de hacer sexo en presencia de hombres me repulsa. Elena desaparece tras una puerta que debe ser del baño. Roberto sube a Danae en el escabel como un tigre de circo y Lucas, ya totalmente excitado, le vuelve a dar de mamar. El calvo se masturba ante el culito de la muchacha, se acerca y la clava con brusquedad. Danae gime y gime también Lucas, pues el empellón hizo a la roquera engullirle la verga a mi amigo. Roberto no conserva con el trasero de Danae la moderación que deferió al de su esposa, la fornica violentamente, tanto que Lucas debe retirarse. Busca a Elena, pero la dama, reaparecida de no sé dónde, está ocupada en morderme la nuca halando hacia atrás el cuello de mi mejor pulover. Me vuelvo y nos besamos, tiene aliento afrodisíaco, como si saliera de las limpias hormonas de sus ovarios. Intenta deslizarme a escena, pero no insiste cuando percibe que yo no quiero. La blancura de su piel emite confianza, me abro el zipper y salta mi vigoroso arlequín. Me lleva a la sala, el pantalón en los tobillos me hace andar como un anciano, nos tiramos al sofá. En el barco a estallado un motín, la capitana está atada y el polizonte la castiga de la mejor manera entre vítores y aplausos. Elena emite su hálito estimulante, tiene vellos en el monte pero la vulva está afeitada. Se baja del sofá a la alfombra, se abre de piernas como siempre soñé templarme a Nadia Comaneçi y la ensarto, pruebo a hacerla gemir, pero no toco fondo. Mi sospecha de que somos observados se confirma al notarle la mirada fija en algún punto a mi espalda, siento frío en las nalgas, me desconcentro. Entonces alguien se aproxima, alguien que no es ni Lucas ni Roberto, solo le veo las piernas negras, le dispara semen a Elena en la cara, y yo siento que algo me roza el pelo, pero no quiero ni pensar qué ha sido. Sigo en la inercia de mis oscilaciones. Elena se traga toda la leche que alcanza con la lengua, como el caño de una bañera, cierra los ojos, aprieta los dientes, inflama las venas del cuello y se viene. Sigue concediéndome su vagina, pero el olor aclorado del semen y su orgasmo dan por terminada esta función. Me levanto, la dejo desmadejada en el suelo, me subo el pantalón y voy hacia el teatro. Allí yace Danae boca abajo. Alcanzo a ver a Lucas y a Roberto desaparecer desnudos tras la puerta mágica. Mi pene sigue tenso, me acerco a los glúteos nevados de la flaca, gotea esperma sobre el satín rojo del escabel. Por la dilatación de su ano colijo que los dos la copularon. Me poso como una rana sobre otra rana, y aprovechando el lubricante que le han dejado, la atravieso. Hace como que no le importa, pero crispa las manos, y eyaculo sin dejar de mirar el anillo de plata en su pulgar…





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