El agradecimiento

Claudia me mostró interés el mismo primer día. El profesor había distribuido unos formularios y ella me hizo el favor de alcanzarme el mío, y con los ojos me dijo estoy dispuesta, no me haré difícil.
A Claudia le gustan mucho los hombres, pero tiene un gran infortunio: ella misma parece uno, un hombre no feo pudiera decir. Si hay una muchacha en el aula que parece lesbiana ortodoxa es Claudia, y ni siquiera es bisexual.
Hoy estamos en su casa algunos de los que más afinidad guardamos, Mirelle y su novio, Marcelo, Tonín, Lily, Gustavo, su novia pescadito, un señor que parece consolar-a-y-consolarse-con Claudia, y yo. Falta Iliana, pero ella no sale a estas fiestas porque se siente obligada a llevar a Chachi, y sabe que el hombre desentona.
Estuvimos tomando y fiestando en el restaurante del Presidente, y ahora estamos algo somnolintos. Por eso, después de un rato, se han ido todos a casa y nos han dejado solos a Claudia y a mí.
Estamos en su cuarto, sentados en su cama, ella me enseña discos viejos. Ahora estamos hablando del zodíaco, yo lo rechazo, ella lo defiende. Ahora se ha dejado caer hacia atrás, o sea, yo sigo sentado en la cama como un yoga y ella extendida delante de mí como un piano. Ahora yo me he tendido a su lado y lucubro cómo empezar, oficio duro el de fecundar la fama, hay que comer lo bueno y lo malo. Llevamos casi media hora así, fingiendo habernos quedado dormidos. Al fin me atrevo a cosquillearle filosóficamente el cráneo, ella ladea hacia mí su rostro hombruno, los ojos cerrados, le beso suave los labios. Ahora la estoy despojando del pantalón de algodón blanco, del blúmer blanco, le paso la lengua por el ombligo, temo seguir bajando porque mujer tan masculina debe tener mal olor en la vulva. Ahora estoy moviéndole el clítoris con la lengua, es la mujer más inodora que conocí. Con sus estertores iniciales llega por fin un poco de sangre a mi ofidio y me apresuro a penetrarla, pues intuyo que no fluirá mucha más. Claudia se vuelve para colocarse sobre las rodillas. La penetro. Y entonces, al recibir mis empujes, sucede el imprevisto incidente: Comienza a gemir de manera tan grotesca que el timorato quórum de sangre en mi animal se esfuma. ¡OaahhJ! ¡oaahhJ! ¡ooaahhhJ!, o algo así.
– ¡Ah, coño! – exclamo
– Qué
– Tengo que llamar a mi casa
– Por qué, qué pasa
– Le dije a mi mamá que hoy llegaba temprano, y como están los asaltos en la calle puede pensar que me ha sucedido algo
Y sin darle tiempo para otra pregunta le saco la cosa ya muerta y me voy al teléfono. Mientras finjo la llamada rezo por que no me mire de frente. Pero ella se apresura a vestirse avergonzada.
Siguiente día
Al fin entra al aula. Si no hubiera venido hoy me hubiera dado un infarto
– ¡Claudia!
– ¿Y qué, Alejandro?
– Oye, qué mierda lo de ayer ¿no?
– No pasó nada, qué se le va a hacer
– Quiero decirte algo, para mí extraordinario: tienes la vagina más pura que he conocido, te lo juro
– Pone un gesto tierno y se queda mirándome, creo que agradecida.


contnúa...






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